lunes, julio 06, 2009

El día que me enamoré del Barça

Era miercoles y no llovía. Sabiendo acerca de la importancia del partido decidí ir a un bar cualquiera para poder verlo, pero era más como un compromiso, sabes?, como cuando vas donde una tía que esta enferma, vés la inauguración de las olimpiadas o el comercial del que habla todo el mundo. No lo estaba deseando ni sabía yo que iba a encontrar el amor.  Y así estaba yo, tomando una cerveza fría pero no muy buena, en una barra de un bar en Asturias rodeado por un humo blanco que agregaba misterio y agentes cancerígenos a la atmósfera de expectación. Expectación por ver un gol que parecía imposible.  Fueron minutos que no recuedo en detalle, pero recuerdo lo que sentí, impotencia por pensar que después de ser fiel a sus principios y entregarse al máximo, después de soñar con la gloria y sentirla, aquel equipo de estrellas y obreros que estaba cautivando al mundo no iba a conseguir el resultado. Supongo que me contagío la tensión de la gente del bar y en algún momento debí pasar el punto de no retorno y empecé de corazón a desear un gol de aquel equipo. Pero bueno, eso es normal, pensé, casi siempre terminas apoyando temporalmente a algún equipo así estés viendo la primera fase del campeonato nacional Luxemburgués de golf mixto sobre hielo. Pero muy en el fondo sospechaba que esta vez no era una de aquellas veces, algo me decía que no era esa clase de afección temporal. 3 minutos habían pasado desde que el tiempo oficial había ya terminado y de repente, lo recuerdas? yo si, centro de Alves, rechazo a medias de Chelsea, jugada enrevesada y Messi con el último centímetro del píe derecho deja un balón forzado y desesperado justo al borde del área, y entonces la gloria, la magia, Andrés Iniesta patea con la derecha y el alma impulsando la pelota. Y se hizo la luz, se hizo el gol. Abrazado a los desconocidos de un bar de Asturias con mi corazón hinchado de alegría incomprensible, intento racionalizar lo que siento, darle alguna explicación menos comprometedora, pero pronto tuve que aceptar la explicación mas simple para reconciliarme conmigo mismo y con la realidad. Me habia reconquistado el buen fútbol, me había reconquistado el sufrido gol, me había enamorado del Barça.